Si eres el propietario de un restaurante, probablemente hayas pronunciado estas palabras o se las hayas oído decir a alguien: «¡Tienes que pensar como si fueras el dueño!»
Tengo razón, ¿verdad?
Sin embargo, seguramente no te hayas parado a pensar cuando haces o escuchas esa declaración, que implica aptitudes y actitudes realmente importantes con las que no todo el mundo está dispuesto a cumplir.
Y es que, coincidirás conmigo en que ¡hay muchas personas que no quieren ser dueñas de nada!
Como muchas cosas en la vida, asumimos que otros quieren lo mismo que queremos nosotros, cuando, generalmente, eso no tiene por qué ser así. La mayoría de las personas no quieren ser propietarios o gerentes de nada. Si eres una persona muy motivada, entonces te resultará difícil entender por qué los demás no tiene tus mismos impulsos y ambiciones. En realidad, todos tenemos motivaciones y deseos diferentes, por más que los seres humanos tendamos a generalizar y a agrupar a las personas en función de nuestra propia forma de ver el mundo.
¿Alguna vez has ascendido a alguien pensando que esa persona deseaba el empleo, solo para descubrir, semanas más tarde, que nunca lo había querido realmente? Probablemente aceptaron el ascenso porque no querían decepcionarte. Como líder (no como dueño) las personas seguirán tus sugerencias. Es justo en eso donde radica el verdadero poder de un líder. Es una responsabilidad que debes cumplir ecológicamente.
¿Qué es un liderazgo ecológico? Pues aquél que implica que las decisiones que tomes con respecto a los miembros de tu equipo siempre se ajusten a estos tres criterios:
1. Debe ser bueno para ti.
2. Debe ser bueno para la otra persona.
3. Debe ser bueno para el cliente.
Muchos “dueños” llegan hasta el primer razonamiento y se quedan estancados en él. Esa es una de las principales razones por las cuales el verdadero liderazgo es tan raro de encontrar en nuestra industria. Hay gerentes que simplemente «administran» un turno y nunca van más allá. De hecho, un verdadero líder considera los criterios anteriores en orden inverso. Se enfocan en el cliente, el equipo y finalmente en ellos mismos. La única forma de transformar un simple gerente en un líder es consiguiendo que asuma esos criterios.
Por otra parte, la mayoría de las personas nunca han sido propietarios de un negocio, por lo que les preguntas algo que no pueden comprender realmente.
Ser propietario no es la gran fiesta que la gente cree que es. Como dueño de un grupo de restaurantes puedo decirte que si quieres estar en la cima del mercado, entonces tu restaurante se convierte en una obsesión 24/7. Incluso si no estás en él, estás pensando en mejorarlo y cuando vas a otros restaurantes tu mente continúa trabajando para avanzar con el tuyo.
Hoy en día se requiere obsesión. Es la diferencia entre prosperar o simplemente sobrevivir. La mayoría de los restaurantes viven en la mediocridad, sencillamente, porque sus propietarios no están 100% obsesionados con la mejora continua del servicio que prestan.
Si le dices a alguien: «piensa como si fueras el dueño» (especialmente si esa persona nunca ha sido propietario de un negocio) es como que si yo te dijera a ti: «¡piensa como un pez»!
¿Alguna vez has sido un pez? ¿Qué piensan los peces? ¿Cómo actúa un pez?
Sería verdaderamente absurdo. Lo más probable es que me miraras con cara rara. Más o menos, con la misma mirada perpleja que te dedica tu personal cuando le dices: «piensa como si fueras el dueño».
Si eres el propietario de un restaurante, has tenido experiencias que pocos pueden entender realmente:
- Has trabajado más de lo que jamás habías imaginado porque tienes claro tu objetivo.
- Sabes lo que es preocuparse por si vas a poder pagar la nómina a tu equipo o el cheque de un proveedor.
- Preguntarte cómo le van a afectar a tu negocio los 3 restaurantes nuevos que se abren en las proximidades.
- Has trabajado meses (tal vez incluso años) sin un salario fijo o normal.
La lista sigue y sigue. Desde que decidiste abrir tu restaurante, lo supieras o no, eres responsable de todo eso, del pago de los préstamos, del contrato de alquiler… Si las cosas van mal, los acreedores van a venir a por ti, no a por tu equipo. Y es ahí donde radica la diferencia: tu personal no puede pensar como el dueño porque no lo es, porque no tiene el grado de implicación personal en el negocio que tienes tú.
Entonces, ¿no sería mejor que, en lugar de pedirle a tu personal que se comporten como si fueran el dueño, les pidieras compromiso personal y profesional?
Cada uno de los miembros de tu equipo debe asumir su propia responsabilidad en relación con tres cosas:
1. Enfocar correctamente su actitud.
2. Cuidar lo que se dice.
3. Cuidar lo que se hace.
1. Enfocar correctamente su actitud:
Todos tenemos nuestra propia forma de entender y ver las cosas. Hay gente que interpreta cualquier cosa en función de que el mundo es un lugar cruel y malvado y que la gente es siempre lo peor. Vamos, que van de víctimas. El mundo está trabajando en su contra y la gente también. Si tú piensas así, lamento decirte que al final tendrás toda la razón. Si piensas que tu personal trabaja contra ti, lo más probable es que se acabe convirtiendo en realidad. Es curioso cómo las personas rara vez consiguen superar nuestras expectativas, incluso aunque sepamos que estas son demasiado altas.
En el primer contacto antes de comenzar mi labor como consultor, le pregunté una vez al propietario de un restaurante: «¿Cuántas personas tiene trabajando con usted?»
Su respuesta fue: «Alrededor del veinticinco por ciento».
Lo que yo quería saber era cuántas personas trabajaban en su restaurante. Lo que me contestó era cuántas cumplían con sus expectativas como propietario. O, lo que es lo mismo, tres de cada cuatro empleados, no eran de fiar para él, a pesar de tenerlos contratados.
2. Cuidar lo que se dice:
La única cosa que la gente tiende a no olvidar son las palabras que dices. Las palabras son muy poderosas y paso gran parte de mi tiempo ayudando a mis clientes a comprender el poder y la importancia de las palabras que dicen (no solo para ellos mismos, sino también para otros).
Las palabras inspiran, las palabras sanan o causan daño. El mayor cambio que debes hacer para convertirte en un verdadero líder es tomar conciencia de que debes elegir cuidadosamente tus palabras. Antes de hablar, somete lo que vayas a decir a este pequeño interrogatorio:
1. ¿Es verdad?
2. ¿Es necesario?
3. ¿Es educado?
Si alguna de las respuestas es negativa, piénsalo mejor antes de hablar, por favor.
3. Cuidar lo que se hace:
Eres responsable de lo que haces. La responsabilidad personal, en esencia, se trata de hacer exactamente lo que dijiste que harías, cuando dijiste que lo harías. La hipocresía y su prima hermana, la mediocridad, son las peores enemigas de las mejores intenciones.
Respalda tus palabras con una acción sólida. Tus palabras me hablan de lo que dices que quieres. ¡Tus acciones me muestran lo que estás dispuesto a hacer para obtenerlo!
¿Qué estás haciendo ahora? Vale, sé que estás leyendo esta publicación en mi blog. Me refiero justo después de leerme… ¿vas a compartirlo y motivarte? ¿Qué tal (después de compartirlo) si realmente te levantas y tomas alguna medida que pueda cambiarte a ti y a tu restaurante?
Regístrate en el Método Gas y aprende algo nuevo. O, no sé, compra un libro y léelo hasta el final. Haz algo hoy por lo que tu ser futuro deba estarte agradecido.
Los restaurantes solo cambian de verdad cuando dejas de hablar, cuando dejas de pensar y comienzas a hacer cosas diferentes.