Abrir un restaurante es solo el comienzo de la aventura. Ahora tienes que conseguir clientes dispuestos a volver a tu negocio.
Cuando un cliente atraviesa la puerta de tu establecimiento ya has conseguido dar uno de los pasos más complicados en la gestión de restaurantes. Pero… ¿qué hacer para no perder a la persona que acaba llegar a tu casa? Y sobre todo, ¿cómo ofrecer una experiencia positiva para que el cliente repita y además hable bien de nosotros? El buen profesional de la gestión de restaurantes, una vez que ha conseguido un cliente, sabe que debe fidelizarlo.
Al abrir un restaurante, ten siempre en cuenta que es fundamental convertir a tu cliente en un prescriptor que te aporte, a su vez, nuevos clientes.
Te detallamos a continuación una serie de preceptos que debes tener muy en cuenta para conseguirlo
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Recibe adecuadamente a
tu cliente .
Atiéndelo inmediatamente y haz que se sienta importante. Pocas circunstancias hay más incómodas y violentas que sentirse ignorado. Que no nos hagan caso es algo que, simplemente, no le gusta a nadie y que resulta ofensivo. Toma el control de la situación desde el primer momento interesándote por el cliente. Seguro que te lo agradecerá.
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La primera vez.
El buen profesional siempre tiene presente que debe volcarse especialmente con el cliente que llega a él por primera vez. Abrir un restaurante implica, cada día, poner en marcha el proceso de fidelización de los nuevos clientes. No hay que tener miedo en preguntar a nuestro visitante si es la primera vez que está con nosotros. El cliente debe sentir que es especial y que le tratamos como tal. Demuéstrale que tu restaurante tiene altura suficiente para ofrecerle un valor añadido que no va a encontrar en la competencia.
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Escucha a tu cliente.
Escuchar a tu cliente es un paso imprescindible en el camino hacia la fidelización. Esto es así por dos motivos: el primero es el valor que tiene, en sí mismo, el sentirse escuchado. Provocarás que el cliente empatice contigo haciéndole saber que le estás dedicando tu tiempo y tu atención para ofrecerle el mejor servicio. Y el segundo es que escuchar al cliente es la mejor manera de conocerlo. Solo así podrás darle lo que desea y mejorar los detalles que no sean de su agrado.
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Preocúpate por tu cliente.
Un axioma fundamental de la gestión de restaurantes es que a todos nos gusta sentirnos apreciados. Escuchar es solo un paso, después deberás demostrarle que te preocupas y te involucras. Hazlo sin llegar a atosigar o a adoptar una actitud excesivamente informal que pueda resultar molesta. Es necesario que el cliente sepa que estás ahí, disponible para él. Ha venido a gastar su dinero en una experiencia gastronómica y necesita un trato esmerado que, por otro lado y siguiendo unas reglas básicas de educación, no es difícil dar.
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Vende la carta.
Ten claro desde el momento en que decides abrir un restaurante que tu carta es la publicidad más directa. Puedes haber hecho una gran inversión en publicidad tradicional o en redes sociales, pero el momento crucial de la venta llega justo cuando ya tienes al cliente en la mesa. Si ya lo has escuchado y te has preocupado por entender lo que demanda, dale a conocer lo especial que es tu restaurante y muéstrale, sin insistir ni obligar, las especialidades que existen dentro de la carta. Aprovecha todo el trabajo que has hecho con él para orientar su pedido y ofrecerle un servicio personalizado que, a buen seguro, no le dejará indiferente.
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Responde a tu cliente.
Además de dar respuesta a tus clientes cuando los estás atendiendo en tu restaurante, debes tener en cuenta que existen muchas otras formas de contacto que tienes que cuidar como si los tuvieras delante. Detrás de cada llamada telefónica, en Internet o en las redes sociales, hay un posible cliente que también merece toda tu atención. Responde siempre a tus potenciales clientes porque, de lo contrario, es muy posible que los pierdas.
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Vigila las mesas.
La atención al cliente es una tarea constante que no termina cuando se ha servido la comida y, como experto en gestión de restaurantes, lo sabes. No bajes la guardia incluso si el comensal ya está servido, porque puede necesitar algo más mientras está comiendo y será entonces cuando más le urja la petición. Si, por ejemplo, se ha quedado sin vino a mitad del plato le resultará irritante que le llegue una segunda copa cuando ya ha terminado la comida. Lo mismo sucede a la hora de pagar, cuando el cliente da por finalizado su paso por el restaurante lo más normal es que no quiera esperar demasiado a que le entreguemos la cuenta.
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Sorprende a tu cliente.
Al abrir un restaurante hay que dejar un espacio siempre abierto a la creatividad y la imaginación. Una vez que conoces a tu cliente y sabes lo que quiere, sorprenderlo con alguna atención especial. Si somos capaces de generar recuerdos positivos, estaremos más cerca de conseguir fidelizarlo.
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Pide ayuda si es necesario.
No tengas miedo, errar nos hace humanos. Muchas veces no podemos solventar sobre la marcha todos los problemas que surgen al abrir un restaurante a diario. Lo verdaderamente importante es la capacidad de reacción. Por tanto si en un momento determinado se necesita una ayuda extra para atender correctamente al cliente, hay que pedirla. Siempre y cuando el trato sea el correcto, el cliente entenderá que somos humanos y que no podemos hacerlo todo solos. En muchas ocasiones, de una debilidad se puede sacar la mayor virtud.
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Invítalo a volver.
¿Por qué no? Hazle saber que su visita ha resultado de valor, que estás encantado de haberle atendido y deseando volver a hacerlo. Si en el primer punto de este decálogo insistíamos en que el cliente se tiene que sentir importante nada más entrar por la puerta, cuando salga debe sentirse satisfecho y más apreciado aún si cabe.
Espero que hayas conseguido un puñado de ideas útiles para conseguir visitas recurrentes de tus clientes. Y ahora que ya que tienes claro la importancia de la fidelización, tal vez te interese saber más sobre como incrementar las ventas de tu negocio o como reducir los gastos.